miércoles, 29 de octubre de 2014

Software y servicios en español que no deciden qué tipo de usuarios tienen

Siempre que encaramos una conversación oral o la escritura de correspondencia, por el medio que sea, los hispanohablantes evaluamos, aunque sólo sea superficial o inicialmente y lo resultante pueda irse modificando, la (in)formalidad del registro a emplear dependiendo de factores como edad de la otra persona, puesto en una escala jerárquica, cortesía y hasta a veces la clase social. El software y su documentación, no ajenos a esta peculiaridad si sus desarrolladores quieren presencia en el ámbito hispánico y en consecuencia encaran la traducción de sus productos, no es ajeno a la evaluación que, para el caso, no será de un interlocutor sino de una audiencia mayoritaria: No es igual, por ejemplo, el modo en que se dirige al usuario un producto o servicio relacionado con redes sociales al que emplean, verbigracia, herramientas de contabilidad enfocadas íntegramente a funciones productivas —sean estas en ámbitos empresariales o público-administrativos— y es más, seguro recordarán que desde hace 10 años a esta parte son numerosos los servicios (vía web y SaaS) que progresivamente se informalizaron.

Como la penetración que los dispositivos electrónicos están teniendo en nuestras vidas y que para actividades orientadas al consumo la frontera entre computadoras, tabletas y teléfonos inteligentes es difusa en cuanto los dos últimos ofrecen funciones antaño circunscritas a la PC, la falta de uniformidad en el lenguaje de algunos componentes, producto de replanteamientos de aspectos sin modificarse desde hace por lo menos treinta años, hace notorio el requerimiento de que tal uniformidad vuelva a existir.
Pongamos el caso de Windows y Office, productos estrella de Microsoft:

A lo largo de los años, logramos acostumbrarnos a que estos productos nos ustedearan, lo cual desde 2012 empezó a cambiar; cada vez es más corriente ver tanto temas de ayuda como interfaces en estos productos que nos tutean. No es mi intención pronunciarme sobre qué tan bien está que los programas informáticos se informalicen porque, además de haber oído posturas a favor y en contra, la concepción de que el tuteo es informal y el ustedeo formal no es unánime en todo el ámbito hispanoamericano, y ello sin mencionar que en un sentido amplio el formalismo o informalismo no se reduce a esa diferenciación pues abarca otros aspectos como la rigurosidad conceptual para transmitir la información; empero, sea cual sea la que se opte por seguir, considero indispensable que su elección tenga consistencia, profundizando procedimientos de revisión si fuere menester:
Para el caso de Word 2013, en el grupo Revisión de la pestaña Revisar podemos encontrar, entre otras, opciones con estos consejos informativos o, si utilizamos la terminología propia de Office sobre el particular, información en pantalla:

Definir
¿No está seguro del significado de una palabra? Descúbralo.
Sinónimos
¿Te has quedado sin palabras? Deja que te sugiramos otra forma de expresar lo que quieres decir.

Basten estos dos ejemplos reales (no tengo intención, al menos por el momento:D, de realizar cual programa de archivo una recopilación de inconsistencias del registro lingüístico que pueden hallarse en los productos actuales de Microsoft) para ilustrar el aludido fenómeno de inconsistencia. Es comprensible que las áreas cuya funcionalidad no se ha visto afectada hayan sido objeto de soslayo en la «modernización informalizadora» de los textos, pero la alternancia del registro en áreas totalmente nuevas me parece que refleja, más que desatención o desinterés de los equipos de traductores, un dilema que hasta incluso va más allá del idioma español: ¿En qué audiencia se debe pensar para productos que, además de no limitarse ya a grandes corporaciones, gozan en el terreno del consumidor de aceptación y utilización por diferentes generaciones que en otros aspectos se siguen diferenciando? En otras palabras, ¿los productos enfocados a diferentes mercados han de hablar a sus usuarios cual si estos fueran empresarios importantes, consumidores ancianos o consumidores jóvenes tratados como amigos? Puede decirse que se tiende a buscar maneras de expresión neutras pero, toda vez que la total neutralidad en el idioma sin forzarlo es utópica, reflexionar lo anterior será más que interesante.

Si en el contexto de un único producto vimos relucir este problema, más espinoso aún resulta en navegadores web y los contenidos —a menudo dinámicos— que éstos nos entregan: al registro lingüístico que emplea cada navegador debemos sumar el que caracteriza a los sitios web que visitamos y, con frecuencia, al de los programas (CMS, foro, wiki, sistema de comentarios etc.) automáticos que dirigen la interacción y la administración de contenidos sin tener que lidiar con los lenguajes de marcado detrás de lo generado. A modo de ejemplo, veamos cómo pueden entrar en conflicto el registro de un navegador y el de un sitio web determinado en una confirmación de cierre, todo en un mismo cuadro de diálogo:

¿Está seguro de que desea salir de esta página?
Si abandonas esta página, no se cargarán tus archivos.

Con la creación de Chrome a la medida de sus productos podría decirse que Google ha alcanzado en tal sentido una uniformidad casi total, pero crear un navegador web cuando existen múltiples alternativas competidoras y cuando encima el contenido tendrá que codificarse es, en una relación costo-beneficio, matar moscas a cañonazos, con lo que definitivamente no es en absoluto una solución.

Con la amalgama de contenidos introducidos a mano con otros de carácter automático, la sensación de que se está hablando a un usuario diferente no culmina en los navegadores. Así, por ejemplo, podemos encontrarnos con sitios dedicados a videojuegos que naturalmente tutean y en los que, simultáneamente, podríamos encontrar de la mano de sistemas automáticos frases como Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios y, cuando las herramientas implicadas no sean de código abierto, no siempre los propietarios administradores de los sitios web correspondientes podrán subsanarlo.

En el ámbito de la traducción sé por experiencia [de aficionado] propia que a veces la elección se nos complica. Para el caso, todas las veces que traduzco programas tuteando pero de pronto tengo que agregar textos personalizados a instaladores cuyos estándares son de usted dudo: ¿lo traduzco tuteando de modo que parezca parte del programa específico, o, por el contrario, ustedeando porque no deja de ser parte del instalador que en última instancia no pertenece al programa principal y durante todo el proceso nos viene tratando de usted? Lo mismo me pregunto, sin que la solución que termino adoptando me acabe de parecer totalmente satisfactoria, cuando traduzco scripts para JAWS hechos por terceros que hago que tuteen y, de pronto, aparece algún mensaje destinado a integrarse con los predeterminados de este lector de pantalla que, para mi desgracia en aquellos momentos, ustedean.

Se sabe que la tecnología de consumo está mutando y, si no es que ha pasado, nos encontramos ante un estado de transición. Sobre multitud de aspectos se está planteando el mejor camino para seguir a futuro, y el rumbo del lenguaje de dicha tecnología no debería ser ajeno a la deliberación: los involucrados en los procesos de traducción deben consensuar, en aras a algo mercadotécnicamente tan importante como es que el usuario siempre sienta que lo que le muestran se dirige a aquel, sobre el registro unívoco de cada producto. Esperemos que, a medida que los vestigios de eras pasadas van desvaneciéndose, la uniformidad idiomática de otrora se vuelva a afianzar.

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